martes, 20 de abril de 2010

Emigración

Decía Iñaki Gabilondo con ocasión de la presentación del libro “Mi nombre es nadie” que la emigración es uno de los fenómenos más antiguos de la humanidad, que el ser humano siempre emigra desde la pobreza a la prosperidad y desde la opresión a la libertad. Recordó así mismo a las naciones que el emigración es un derecho recogido en la Declaración Universal de los Derechos Humanos.
Siguiendo su razonamiento y llegando a las primeras etapas de la historia de la Humanidad, vemos que los seres humanos ya desde el lejano Paleolítico emigraba constantemente siguiendo la estela de los animales que les servían de sustento. En las primeras comunidades Neolíticas una vez agotada la tierra, las poblaciones se movían buscando nuevos suelos fértiles. Y así fue transcurriendo a lo largo de todo el devenir histórico.
Si nos paramos a reflexionar, veremos que la mayoría de la población es emigrante, porque, ¿cuánta gente de la que vive en Madrid, Barcelona, Nueva York o Londres, por poner algunos ejemplos, nació allí y sus antepasados vivieron siempre allí?
Cuando la tierra se formó no había fronteras ni estados, durante milenios permaneció así. Fue la raza humana quien creó las divisiones, pero el planeta no selecciona los destinatarios de sus frutos.
¿Y cuál es la razón que permita a unas poblaciones disfrutar de unos recursos que se les veda a otros? ¿Acaso no precisan todos los seres humanos de las mismas necesidades básicas? La única razón que se puede argumentar contra la libre circulación de las personas es la razón de la fuerza, pues la naturaleza no dio a ninguna especie ni a ningún pueblo el derecho a la propiedad de ningún territorio.
Cómo ya se decía en la famosa carta del jefe indio al presidente de USA: ¿Cómo podéis comprar o vender el cielo, el calor de la tierra? Esta idea nos parece extraña. No somos dueños del aire ni del centelleo del agua. ¿Cómo podríais comprarlo a nosotros?
La gente no se va del lugar donde tiene sus raíces sino es por necesidad. Y la marea humana de la miseria no se puede parar, pues nada tiene ya que perder. Así que las naciones desarrolladas tendrán que enfrentar antes o después que o participan activamente en conseguir que los países pobres tengan los recursos suficientes para vivir con dignidad y los gobiernos que les permitan ejercer su derecho a la libertad, o esa marea creciente terminará por ahogar sus propios intereses egoístas.

1 comentario:

Unknown dijo...

Qué esperabas de esta panda de hipócritas ???


Un besito

KISS