Inicio y desarrollo. La intervención de los Estados Unidos
A finales de siglo, las grandes potencias mundiales se disputaban las colonias por razones económicas, entre ellas la necesidad de abrir nuevas rutas comerciales y nuevos mercados, ante la saturación del mercado interno.
En la Conferencia de Berlín de 1884 las potencias europeas decidieron repartirse sus áreas de expansión en el continente africano, con el fin de no llegar a la guerra entre ellas.
Los Estados Unidos, que no participaron en el reparto de África ni de Asia, fijaron su área de expansión inicial en la región del Caribe y, en menor medida, en el Pacífico. Tanto en una zona como en otra se encontraban valiosas colonias españolas (Cuba y Puerto Rico en el Caribe, Filipinas, las Carolinas y las Marianas en el Pacífico) que resultarían una presa fácil debido a la fuerte crisis política que sacudía su metrópoli desde el final del reinado de Isabel II.
A esto se añade el nacimiento del sentimiento nacional en Cuba influido por las revoluciones francesa y estadounidense, el nacimiento de una burguesía local y las limitaciones políticas y comerciales impuestas por España que no permitía el libre intercambio de productos, fundamentalmente azúcar de caña, con los EEUU y otras potencias. La radicalización de estos sentimientos provocó que se desatara entre 1868 y 1878 la Guerra de los Diez Años. La guerra culminó con la firma de la Paz de Zanjón, que no sería más que una tregua.
Si bien este pacto hacía algunas concesiones en materia de autonomía política y pese a que en 1880 se logró la abolición de la esclavitud en Cuba, la situación no contentaba completamente a los cubanos debido a su limitado alcance. Por ello los rebeldes volvieron a sublevarse en 1880 en la llamada Guerra Chiquita.
El desenlace y sus consecuencias políticas e ideológicasCon la excusa de asegurar los intereses de los residentes estadounidenses en la isla, el gobierno estadounidense envió a La Habana el acorazado de segunda clase Maine. El 15 de febrero de 1898, una explosión ilumina el puerto de La Habana. El Maine había saltado por los aires.
A fin de determinar las causas del hundimiento se crearon dos comisiones de investigación, una española y otra estadounidense, puesto que estos últimos se negaron a una comisión conjunta. Los estadounidenses sostuvieron desde el primer momento que la explosión había sido provocada y externa. La conclusión española fue que la explosión era debida a causas internas.
España negó desde el principio que tuviera algo que ver con la explosión del Maine, pero la campaña mediática realizada desde los periódicos estadounidenses, convencieron a la mayoría de los habitantes de este país de la culpabilidad de España.
EE.UU. acusó a España del hundimiento y declaró un ultimátum en el que se le exigía la retirada de Cuba. Por su parte, el gobierno español rechazó cualquier vinculación con el hundimiento del Maine y se negó a plegarse al ultimátum estadounidense, declarándole la guerra en caso de invasión de sus territorios. Comenzaba así la Guerra hispano-estadounidense
La Armada de los Estados Unidos destruyó dos flotas españolas, una en Cuba y otra en Filipinas. El gobierno español pidió negociar la paz.
Mediante los acuerdos de París de 1898, se concuerda la futura independencia de Cuba, que se concretará en 1902, y España cede Filipinas, Puerto Rico y Guam. Las restantes posesiones españolas en Asia, (Islas Marianas, Carolinas y Palaos), incapaces de ser defendidas debido a su lejanía y la destrucción de buena parte de la flota española, fueron vendidas a Alemania en 1899 por 25 millones de pesetas, por el tratado Germano-español.
La guerra de cuba tuvo varias consecuencias: entre ellas la pérdida de identidad, al perder sus colonias, España era se convierte en una nación de escasa categoría en el ámbito internacional; por otro lado se producen dos sentimientos encontrados, el militarismo de amplios sectores del ejército, que culpan a los políticos del desastres, y al antimilitarismo popular, cansado de tantos muertos y esfuerzos económicos originados por las aventuras coloniales, junto con un profundo anticlericalismo. A todo esto hay que añadir la aparición del Regeneracionismo, corriente política y cultural crítica con el sistema de la Restauración, que pretende modernizar el país con reformas educativas, económicas y culturales.
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