D.- LA ESCULTURA GÓTICA.
Se produce un cambio brusco en la concepción de las formas con respecto al románico. El hieratismo geométrico de la figura escultórica románica que induce una percepción atemporal y simbólico deja paso a un progresivo naturalismo. Mediante el concepto naturalista de la escultura gótica se pretende representar el mundo visible tal y como es. Se representa la naturaleza, y por tanto desaparece el anhelo simbólico, que sólo por la arquitectura permanece en el arte gótico.
Se produce una humanización en los gestos y actitudes de los personajes. En el gótico se trata al personaje relacionado con una coyuntura temporal de un momento concreto del tiempo y del espacio. De ahí que el la escultura del gótico el personaje esculpido refleja las emociones y las vicisitudes de cualquier mortal.
Este fenómeno de humanización y localización en el tiempo y espacio se percibe, aunque con signos opuestos, en las dos figuras más representadas de la escultura gótica. En el caso de la Virgen con el Niño, María adopta la forma de madre alegre y cariñosa que atiende a su hijo con amor maternal. Es fácil encontrar leves e incluso abiertas sonrisas en su rostro. Por el contrario, Cristo aparece doliente como un hombre normal enfrentado a su muerte.
La escultura gótica empieza a liberarse del marco arquitectónico, adquiriendo mayor movilidad. Se abandonan las posturas verticales, simétricas y hieráticas para adoptar posturas cada vez más amaneradas y con gran sentido del movimiento realista.
La temática sigue conservando una orientación didáctica, pero bajo una diferente concepción del cristianismo. Juicio final, estatuas de la Virgen, en las arquivoltas, coros angélicos o ancianos del Apocalipsis. Aparece una idea de un dios más amable y humano.
En las jambas hay imágenes coronadas y santos, junto con otros elementos ornamentales como los doseletes, coronando las figuras; los gabletes sobre las puertas; pináculos en los remates del edificio. (Ver comentarios).
E.- LA PINTURA GÓTICA.
En Francia, durante la segunda mitad del siglo XIII y la primera del XIV se origina la dificultad de desarrollar la pintura mural debido a la ausencia de muros en las grandes construcciones góticas. Ello provoca que el interés principal de la actividad pictórica se dirigiera hacia las vidrieras y las miniaturas.
La pintura se va a desarrollar sobre tabla, dando lugar a los retablos.
Las características de esta pintura son similares a las de la escultura, teniendo una mayor diversidad y variedad de estilos.
Se pueden distinguir tres estilos: gótico lineal (Francia, s. XIII), gótico internacional (Europa, s. XIV), pintura sienesa (Italia, 1300), primeros renacimientos (s. XIV y XV en Italia y P. Bajos).
La pintura gótica lineal o franco-gótica, se aplica fundamentalmente a los libros miniados y las vidrieras.
La técnica de representación se cifra en hacer resaltar las figuras, de colores planos primarios (azul, amarillo, rojo) muy intensos (para imitar el efecto de las vidrieras) y recortadas por líneas, sobre el fondo monocromo. El resultado final no es radicalmente distinto al del románico, pero en la pintura gótica lineal se produce menor hieratismo y mayor movilidad, con ciertas emociones representadas en los personajes.
La miniatura se caracteriza por los encuadramientos arquitectónicos, así como por la viveza cromática, el abundante empleo del oro, las orlas de temas vegetales y decoración historiada de las letras capitales.
La pintura gótica en España.
En los reinos hispánicos hay influencias de todas estas escuelas, por lo que se desarrollan el gótico lineal, (techumbres de la catedral de Teruel), la fusión de lo francés con lo hispano va a conferir a esta pintura un cierto mudejarismo que se detecta en los fondos planos dorados con decoración geométrica (a la manera árabe); italo- gótica con influencias de la escuela de Siena y el Giotto (Tríptico del Monasterio de Piedra): estilo internacional sobre todo en Aragón y Cataluña, y que constituye una síntesis de las dos anteriores; hispano-flamenco (pintura al óleo) con referencias de Van Eyck y Van Weyden.
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