Es el edificio más importante del arte califal cordobés. Se trata de una mezquita o lugar de oración que se va completando a lo largo del periodo del califato de córdoba (s.VIII al X) más concretamente entre los años 785 al 987. En este tiempo, el edificio sufre toda una serie de reformas y ampliaciones acometidas por los distintos gobernantes cordobeses y que tienen su reflejo en la planta del edificio.
Con Abd-al-Rahman I empieza la labor constructiva de la Mezquita de Córdoba. Se levantó sobre la Iglesia de San Vicente en el 785. En ese año el Emir compró la basílica a los mozárabes y la derribó, aprovechando muros y columnas, construyó 11 naves de 12 tramos.
Su orientación es hacia el sur (no a La Meca). Pero quedó insuficiente por el crecimiento de la ciudad y en el 833 Abderramán II derriba la quibla y prolongó las once naves algunos metros (8 tramos).
Con Abderramán III, primer califa, se amplia el patio y se levanta el actual minarete.
Con Al-Hakam II vuelve a ser insuficiente y derriba otra vez la quibla llevándola hasta el río Guadalquivir, y en ella construye el Mihrab y la Maxura.
Almanzor, para realzar su poder hizo otra ampliación pero ésta ya no podía ser a lo largo y tuvo que ser a lo ancho, construyendo ocho naves más al este y derribando el muro que las separaba.
Así, al final del siglo X la Mezquita queda con 19 naves que junto con el patio suponen 180 metros de longitud y 120 de anchura.
El problema fundamental del edificio era darle una mayor luminosidad. La solución fue darle altura mediante el empleo de dos soportes superpuestos, una columna y sobre ella un pilar. Las columnas sostienen arcos de herradura y sobre ellas, el pilar soporta arcos de medio punto donde descansa la techumbre de madera. Este sistema lo aprendieron del Acueducto de Los Milagros (Mérida) así como el uso de las dovelas alternadas en color (piedra y ladrillo). Este sistema es sobretodo arquitectónico pero también da esbeltez y perspectiva al conjunto.
La techumbre es de madera, costumbre musulmana, con 19 hileras de tejado en doble vertiente, una por cada nave. Cada hilera de columnas y pilares en el interior sostiene un canal de desagüe en el exterior, como si se tratara de 19 pequeños acueductos.
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