El coltán es una mezcla de dos minerales: columbita y tantalia, y se dan en la naturaleza en forma escasa, aunque se han convertido en algo esencial para el avance tecnológico. Entre los países que tienen en su subsuelo minas de coltán se encuentran: Brasil, Tailandia, Australia, y sobre todo la Républica Democrática del Congo, que cuenta con el 80% de las reservas mundiales.
Este mineral se ha hecho fundamental en las industrias relacionadas con aparatos electrónicos, centrales atómicas y espaciales, misiles, videojuegos, fibra óptica y otros usos similares. Pero donde realmente se ha hecho imprescindible es en la elaboración de teléfonos móviles, a lo cual se destina el 60% de la su producción.
Nuestra sociedad ha hecho de un elemento útil para algunas situaciones, el teléfono móvil, un nuevo artículo de consumo desenfrenado, que demanda cada vez más mineral. Las grandes compañias telefónicas nos bombardean continuamente con nuevos aparatos que cumplen cada vez más funciones, añadidas a su inicial prestación comunicativa, lanzando a las nuevas y no tan nuevas generaciones a adquirir lo último del mercado en telefonia móvil.
La pregunta es: ¿Somos conscientes de las repercusiones que tiene la simple acción de renovar un móvil que aún tiene muchas horas de vida?
El objetivo de este artículo es intentar resumir esas consecuencias.
Como este mineral está considerado como un recurso no renovable altamente estratégico, la primera consecuencia ha sido de tipo militar, pues según informes de las agencias de prensa, los beneficios de la exportación de coltan ha ayudado a financiar a varios bandos de la Guerra del Congo, un conflicto que ha resultado con un balance aproximado de más de 5 millones de muertos. Por otra parte Ruanda y Uganda han sido acusados en varios informes internacionales de la ONU del expolio y trafíco de coltan a occidente, es especial a USA. Esta guerra, directamente relacionada con la explotación de este mineral, arroja un saldo de más de 5,5 millones de víctimas, lo que supone el mayor número de muertes desde la Segunda Guerra Mundial.
Otra de las consecuencias tiene que ver con consecuencias de tipo mediambiental, pues para extraer el coltan se han invadido los parques nacionales del Congo. Además la pobreza y la hambruna causadas por la guerra ha ocasionado que algunos rebeldes y mineros cazen para comer elefantes y gorilas poniendo a estos en peligro. En el parque nacional Kahuzi Biega, por ejemplo, el censo de gorilas ha pasado a la mitad, de 258 a 130.
La tercera es de tipo social. En las minas trabajan más 20.000 mineros, dirigidos bajo un férreo sistema represivo por las fuerzas militares de varios signos. Los trabajadores se reclutan entre los campesinos (lo cual ha traído un espectacular baja en la producción agrícola del Congo); prisioneros de guerra (en especial de la etnia hutu y los pigmeos, lo cual da una dimensión racista al problema), y de miles de niños de la región (que como en la Inglaterra de comienzos de la revolución industrial, se utilizan para adentrarse en las minas a ras de tierra).
Como en otros muchos casos, las multinacionales se benefician de una mano de obra prácticamente gratuita y casi inagotable. Mano de obra que arroja un saldo de unas 2.000 muertes diarias de niños y campesinos.
Desde la divisa de la Libertad, la Igualdad y la Fraternidad deberíamos tener en cuenta esta realidad antes de cambiar alegremente nuestros modelos de móvil.
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